Otro sevillano, Antonio Machado, dejó una huella imborrable en Soria. A la ciudad del Duero llegó como profesor de francés y en ella conoció el amor y aprendió a hablar con la naturaleza y con el hombre interior. Como expresó en versos de Campos de Castilla, su hondo canto a la tierra castellana, de la mano de Leonor, sigue en Soria su corazón vagando, en sueños…